Conservamos y transmitimos las vivencias espirituales que construyen en nosotros hábitos cotidianos para que nuestra espiritualidad sea un obrar diario. Pensar bien, sentir bien y actuar bien es el fin en nuestra tradición. El cómo lograrlo es una práctica consciente de todos los días. Vivir en armonía con lo que nos rodea hace que la presencia viva del Gran Espíritu se manifieste concretamente en nuestra vida y nos prepara incluso para lo que viene a encontrarnos más allá de ésta.
Tener acceso a las respuestas que en nuestro interior se cultivan y hacen de nuestra vida un camino de amor y simpleza es el propósito de la espiritualidad andina. Poder ser nosotros mismos la guía, el fin y el medio por el cual la divinidad se manifiesta y se refleja. Volver a ser parte vibrante de nuestra naturaleza y sentir la energía que nos une con todo el cosmos: el reconocer que estamos hechos de la misma energía que vio nacer estrellas y bosques, es el logro de caminar nuestro sagrado camino.